Pocas veces se vio algo así en la pantalla chica, y ni que hablar en el marco de un mundo fantástico como el de Star Wars. Andor (2022-2025) es una serie que lleva el costado político de la saga a su mayor profundidad, explorando temas adultos como ninguna otra, y casi inpedendiente del lore de la Fuerza y los Jedi, en una etapa donde se consideran extintos y el pragmatismo se impone por sobre cualquier creencia “religiosa”.
Es una época coyuntural en este universo, en la que el Imperio se expande por la galaxia con puño de hierro, aplastando a todo aquel que no se alinee a sus intereses. Del otro lado, la rebelión comienza a dar sus primeros pasos de forma desorganizada, en células pequeñas o actos de resistencia individuales, que poco y nada pueden hacer contra el poderío de las fuerzas imperiales.

Pero lo más interesante de esta historia y su configuración es que este enfrentamiento ocurre fuera del ojo público. El enemigo es invisible, opera en las sombras y se disfraza de aliado del pueblo, con los medios y los recursos económicos y políticos a su favor, prácticamente sin oposición. Sin embargo, la resistencia existe, y aunque desorganizada y fracturada en su interior, va tomando forma muy orgánica y paulatinamente en esta serie.
Ese génesis es el que narra Andor, con el personaje titular (Cassian Andor, interpretado por Diego Luna) al centro de un relato coral con personajes tan complejos como entrañables. Pero Andor no participa del conflicto como un mesías salvador o un elegido profetizado, sino como un tipo común y corriente -un bandido, de hecho- que de a poco va comprendiendo que la realidad de la que se siente ajeno lo atraviesa en muchas más formas de las que cree.
El sendero de la conciencia política
Andor es una declaración de principios en un mundo como el que vivimos hoy, en el que los discursos políticos -camuflados detrás de un supuesto desinterés por el poder- están cada vez más polarizados, y los enfrentamientos armados escalan a velocidades impensadas y terroríficas.

La serie va tomando la forma de un manifiesto sobre la verdadera libertad como una idea pura que surge espontáneamente. Y termina configurando una denuncia de las técnicas más elaboradas y cínicas de manipulación de masas, la corrupción de las élites y los peligros del poder político sin supervisión.
Sus dos temporadas, de doce episodios cada una, están estructuradas en arcos narrativos de tres episodios, en los que vamos conociendo los distintos aspectos de este mundo tan complejo y sus jugadores clave, mientras se cuecen a fuego lento los primeros atisbos de una resistencia organizada.
El objetivo principal de Andor es mostrar cómo se formó la Alianza Rebelde en el universo de Star Wars, pero el camino para llegar a ese punto es tan rico y elaborado que resuena con nuestra realidad actual de formas inesperadas. Y cualquiera puede sumergirse en esta historia sin haber visto ni un solo título -ya sea serie, película, libro o videojuego- de la icónica saga de George Lucas.

La frontera de la Rebelión
Quizás uno de los mejores puntos de entrada para tomar dimensión de la importancia de esta historia en el destino de la Galaxia sea Rogue One (2016), la primera película stand-alone (que no forma parte de una trilogía) de Star Wars.
Escrita por Tony Gilroy (el creador de Andor) junto a Chris Weitz (Resistencia) y John Knoll (colaborador de larga data de Lucasfilm), y dirigida por Gareth Edwards (Resistencia), Rogue One narra la historia de un grupo improvisado e improbable de rebeldes destinados a cumplir con una misión trascendental para el futuro de la Galaxia.
Sin embargo, Andor puede ser vista sin contexto, sin saber adónde va ni de dónde viene la historia, porque se sostiene por sí misma. Y no solo eso, sino que -a muy poco del final de su segunda temporada -ya hay consenso de que se ha convertido en una de las producciones más elaboradas y mejor logradas del universo Star Wars.

Con un tono sobrio y maduro que dista muchísimo de aquellas primeras películas de la saga estelar, y mucho más de las últimas incursiones de Star Wars en la pantalla chica, con los sucesivos estrenos de sus series en la plataforma de streaming Disney+, Andor es una historia bajada a tierra que podría suceder tranquilamente en nuestro propio mundo.
El elenco coral -con personajes encarnados por excelentes intérpretes conocidos y nuevos- nos da una dimensión del alcance de la historia, que se sucede en un período de varios años en diferentes rincones de la Galaxia. La forma en la que va a atando cabos de manera gradual y sutil, nos sumerge en una historia reflexiva y profunda, pero no exenta de acción y grandes secuencias de un despliegue magistral, que no tienen nada que envidiarle al cine.

Actos de desobediencia
Andor comienza con una búsqueda personal y un doble asesinato que ya marca el tono de la serie, y que tiene consecuencias impensadas a largo plazo. Su protagonista se considera una persona apolítica, ignorante y totalmente indiferente de la realidad que lo rodea. Pero su habilidad para escapar de situaciones comprometidas lo convierten en el objetivo perfecto para ayudar en una misión especial.
Claro que Cassian Andor no tiene intenciones de ayudar a nadie desinteresadamente, y solo un generoso pago y un voto de confianza a ciegas harán que considere involucrarse. Reclutado por el misterioso y camaleónico Luthen (Stellan Skarsgard), quien se camufla como comerciante de arte y se codea con la élite política, Andor emprende sin saberlo un camino de ida del que intentará alejarse más de una vez sin éxito.
Nuestro protagonista tiene un pasado no exento de sufrimiento a manos de los poderosos, del que vamos sabiendo a través de flashbacks sobre su infancia en los primeros episodios. Es justamente esta historia personal la que alimenta su desconfianza hacia las figuras de autoridad como Luthen, y cualquiera que se presente como un posible aliado o salvador. Lo único que le importa a Cassian es su madre adoptiva, la búsqueda de su hermana y hasta cierto punto sus amigos en su hogar, el planeta Ferrix.

La mayoría de estos personajes son trabajadores sin contacto con la política, pero eventualmente se van a ver implicados en asuntos mucho mayores que ellos. El puño del Imperio no deja planeta sin azotar y las injusticias comienzan a ser demasiado fuertes en la Galaxia como para ignorarlas, especialmente en el llamado Borde Exterior, que representa a las clases bajas en el sistema social de Star Wars.
Tanto su madre Maarva (la brillante Fiona Shaw, en un papel icónico), como sus amigos de larga data Brasso (Joplin Sibtain) y el joven Wilmon (Muhannad Ben Amor) deberán elegir sus lealtades eventualmente y luchar contra el Imperio o quedarse de brazos cruzados. Aunque quien más termina poniendo en juego es Bix (Adria Arjona), pareja romántica de Cassian y personaje clave en el esquema de la historia.
El ojo de Aldhani
Mientras tanto, los últimos estertores de la República dejan a la vista el deficiente sistema representativo del Senado, que prepara el terreno fértil para el totalitarismo del Imperio. En este contexto, conocemos a una de las principales jugadoras de esta serie y uno de los personajes más brillantes y a relevantes a la larga: la Senadora Mont Mothma (Genevieve O’Riley).

Desde su lugar privilegiado de poder político, aunque no sin sacrificios, mueve influencias y recursos en favor de la Rebelión. Su lazo con Luthen es su prima Vel (Faye Marsay), quien a su vez trabaja para él como líder de su grupo de tareas más importante de esta parte de la Alianza Rebelde que todavía no es tal. Ahí es precisamente adonde va a parar Andor en su primera misión, en el planeta Aldhani.
Ocupado por fuerzas militares del Imperio, es un lugar estratégico, pero también un planeta pacífico donde los pueblos originarios profesan antiguas y bellísimas tradiciones en torno a la naturaleza, en una oposición contundente con la fealdad y frialdad de la milicia imperial. Allí no solo es donde Andor da sus primeros pasos en la Rebelión y demuestra sus habilidades, sino que además conoce a algunos de los personajes que cambiarán para siempre su visión del mundo.

En especial, Karis Nemik (Alex Lawther), un joven idealista de carácter afable y poco predispuesto a la violencia, que sin embargo forma parte de la guerrilla porque cree en la causa. En medio del caos, Nemik reflexiona sobre lo que están haciendo y redacta un manifiesto, cuyas palabras e ideas principales resuenan muchas veces a lo largo de la serie.
Habrá momentos en que la lucha parezca imposible. Ya lo sé. Solo, inseguro, empequeñecido por la magnitud del enemigo. Recuerda esto: la libertad es una idea pura. Surge espontáneamente y sin instrucciones. Actos aleatorios de insurrección ocurren constantemente por toda la galaxia. Hay ejércitos enteros, batallones que no tienen ni idea de que ya se han alistado en la causa. Recuerda que la frontera de la Rebelión está en todas partes. E incluso el acto más pequeño de insurrección empuja nuestras líneas hacia adelante. Y luego recuerda esto: la necesidad imperial de control es tan desesperada porque es tan antinatural. La tiranía requiere un esfuerzo constante. Se rompe, se filtra. La autoridad es frágil. La opresión es la máscara del miedo. Recuérdalo. Y sabe esto, llegará el día en que todas estas escaramuzas y batallas, estos momentos de desafío, habrán inundado los bancos de la autoridad del Imperio y entonces habrá uno de más. Una sola cosa romperá el asedio. Recuerda esto. Inténtalo.
El grupo se completa con Arvel Skeen (Ebon Moss-Bachrach, alias “el primo”, alias “la Mole”), un personaje menor que -sin embargo, como todo personaje menor en esta serie- deja un fuerte impacto. La otra es Cinta (Varada Sethu), una de las tantas que sacrifican su amor romántico en pos de sus ideales y el bien común que representa la Rebelión.

No hay rebelión sin sacrificio
Absolutamente todos los personajes de esta serie terminan sacrificando algo importante para ellos a favor de la formación de la Alianza Rebelde y el futuro de la Galaxia, ya sea seres queridos, posiciones de poder, su libertad o hasta su propia vida.
Andor no es solo un drama político, es también un thriller de espías y en general una serie que no le escapa a ningún género, desde el romance y la acción hasta el drama carcelario e incluso en breves momentos, la comedia. Este último matiz lo aportan los droides, pero mantenido al mínimo indispensable para aliviar cierta tensión en momentos clave.

El mejor arco de la primera temporada es el de Narkina 5, una prisión interplanetaria de máxima seguridad donde aparecerán algunos de los personajes más memorables de la serie, e incluso algunos que luego volvemos a ver en Rogue One. Aunque es un arco contenido en los límites de la cárcel, toca temas fundamentales en la trama y explora en las distintas formas de opresión del poder imperial.
Además, Narkina 5 nos da las primeras pistas del verdadero objetivo que esconde el Imperio detrás de todo su aparato de propaganda y represión indiscriminada. Y expone una mirada muy crítica hacia el sistema punitivista y sus numerosos defectos y violaciones de los derechos básicos, tratando temas tan fuertes como el suicidio por primera vez en la larga tradición de Star Wars.
Es una serie tan comprometida y jugada con sus temas, que a veces hasta resulta inverosímil que Disney la haya aprobado para su plataforma de streaming. Sin embargo, es lo mejor de Star Wars que nos dio Disney+ hasta la fecha, junto con The Mandalorian (2019-) en live action y The Bad Batch (2021-2024) en formato animado. Y se celebra cada episodio de este milagro que no tuvo el reconocimiento que merecía, pero quizás ahora sea reivindicada después de su gran final.

Los héroes inesperados
No podemos hablar de Narkina 5 sin referirnos a uno de los mejores personajes de la serie, el de Kino Loy (interpretado por el magnífico Andy Serkis). Y del sentido de comunidad y compañerismo que pondera Andor por sobre sus temas más oscuros, a través del cual siempre asoma una luz de esperanza en medio del ascenso del mal. Sin embargo, la serie nunca peca de ingenua y ni siquiera de optimista, más bien por el contrario. A veces llega a ser tan crudamente realista que resuena demasiado en nuestra realidad.
Esto es especialmente cierto en el arco de Ghorman de la segunda temporada, una narrativa cuidadosamente construida para retratar los pormenores de la Revolución y los sacrificios “necesarios” de la historia. Lo más interesante es que hay varias líneas de pensamiento y facciones dentro de la misma Rebelión sobre los límites que se permiten cruzar en pos del bien mayor. No hay un consenso ni siquiera entre los líderes, y esto queda evidenciado sobre todo en los personajes de Luthen, Mont Mothma y Saw Guerrera (Forest Whitaker).

Este último, que apareció por primera vez en pantalla como un personaje central de Rogue One, representa los métodos más extremistas de la guerrilla. Su mismo nombre parece tomar la inspiración de los caudillos latinoamericanos y sus radicales estrategias a menudo chocan de frente con los planes más sutiles y elaborados de Luthen, aunque su objetivo es el mismo. La dinámica entre ambos es de lo más interesante, ya que representan diferentes visiones de cómo encarar una revolución.
Por otro lado, los métodos de Luthen a medida chocan con las creencias de Mont Mothma o con los intereses individualistas de Andor. Pero si hay algo que no se puede cuestionar es la efectividad del trabajo que aquellos dos líderes con visiones tan opuestas logran a lo largo del tiempo. Mientras Saw Guerrera recluta soldados tan extremistas pero idealistas como él, Luthen cuenta con su fiel colaboradora Kleya (Elizabeth Dulau). Un personaje que lo desafía constantemente, y cuya relación no conoceremos en detalle hasta el final de la serie.

Los villanos implacables
Si bien del lado de la Rebelión hay muchos grises, decisiones de dudosa moralidad y métodos cuestionables, del lado del Imperio no se deja ningún lugar a dudas. Lo que hacen es condenable bajo cualquier punto de vista posible y no hay espacio para segundas interpretaciones. Tampoco hay espacio para los cuestionamientos a la autoridad y el pensamiento independiente, ni siquiera aunque sea con las intenciones puestas en la gloria del Imperio.
El Emperador -una figura invisible pero omnipresente durante toda la serie- tiene un plan perfectamente diseñado para gobernar la Galaxia con puño de hierro, y ninguno de sus subordinados está exento de ser acusado de traición al menor intento de salirse de esa norma. Tres de los principales antagonistas de la serie son el mejor ejemplo de esto, independientemente de su rango y contribuciones a la causa.

De mayor a menor rango: en Andor volvemos a ver a otro de los personajes clave de Rogue One: el director Orson Krennic (Ben Mendelsohn), principal ideólogo de uno de los planes más siniestros del Imperio. A pesar de su poder aparentemente incuestionable, no son pocas las veces en que cualquier falla en sus planes lo pone en una situación complicada con el Emperador, a pesar de ser uno de sus oficiales más confiables y condecorados.
Pero los dos grandes antagonistas de la serie no ostentan ese nivel de poderío, sino que se mueven con osadía, determinación y ambición en esferas mucho más alejadas del poder imperial. Por un lado, Dedra Meero (Denise Gough) es una oficial del Buró de Seguridad Imperial que comienza como una simple asesora y -gracias a su habilidad para pensar como los Rebeldes y adelantarse a sus actividades- termina descubriendo la red de espías con la que se obsesiona.

Su objetivo es simple y directo, no se cuestiona dos veces sus intenciones ni las del Imperio, está absolutamente segura de sus acciones y orientada a los resultados que ella misma se impone, mucho más allá de su deber. El personaje de Dedra ilustra el abuso de poder y la obediencia ciega a un sistema que le promete recompensas a cambio de su lealtad inapelable. Pero su obsesión con la autoridad y su odio desmesurado por la Rebelión la llevan a lugares inesperados.
Por otro lado, Syrill Karn (Kyle Soller) es el ejemplo perfecto del ciudadano obediente que cree ciegamente en el sistema y en su propio sentido de la justicia. Degradado de su cargo de oficial de la ley por transgredir las normas en una investigación para atrapar a Cassian Andor, se obsesiona con su presa y hará todo lo que esté a su alcance para atraparlo y restaurar su buen nombre. Pero su propia familia lo socava y se convierte en un personaje trágico que cree tener mucho más poder del que en realidad ostenta.

Ambos son instrumentos descartables del Imperio, tristes ejemplos de que -no importa cuánto se esfuercen- nunca podrán acceder a las altas esferas del poder ni ejercer una autoridad real. Sin embargo, ambos son también piezas clave en el aparato de propaganda y desinformación del Imperio, uno de los métodos más nefastos que utilizan en la segunda temporada para tapar sus objetivos centrales y controlar la opinión pública.
Los paralelismos con nuestra propia historia y actualidad están a la vista en cada episodio, en cada relación humana y en las diferentes reacciones de los personajes hacia la injusticia y la opresión de un sistema totalitario, cruel y tirano. Por momentos, Andor parece una serie presiente, adelantada a los hechos de nuestro presente y realidad política y social. Pero la triste realidad es mucho más simple y menos poética: la historia se repite, si no aprendemos de nuestros errores.

Andor es prácticamente una invitación a reflexionar sobre el mundo en el que vivimos a través de la historia de estos personajes. Ni siquiera en forma de metáfora, como podría hacerlo cualquier otra producción de género, sino de un realismo desgarrador que tiene lugar en una galaxia muy, muy lejana. Pero que podría ser tranquilamente aquí y ahora, en la convulsionada Tierra en la que vivimos, el único planeta todavía habitable que tenemos.
Sumate a charlar con nosotros sobre Andor en YouTube:
0 comentarios